MANDELA SIGUE VIVO, SU GRANDEZA MORAL SIGUE
PRESENTE
Por José Baldeón Valdivia
Los
hombres que hacen de los principios morales el pilar de sus vidas, son hombres
que nunca mueren y eso fue Nelson Mandela, que aunque no fue cristiano
vivió los principios cristianos más que muchos que se llaman tal. El ya no está
en este mundo, pero la estela de sus ideales y los principios de vida que
siguió, siguen siendo el sol que alumbra el amanecer de una nueva nación como Sudáfrica,
que de la oscuridad de la injusticia y la violencia pasó a la luz de la
justicia y la paz. No fue por la fuerza de una guerra, sino por la pujanza
moral de un hombre como Madiva que su nación pudo reescribir su historia, sin
necesidad de derramar una sola gota de sangre, solo con la fuerza espiritual
del carácter de un hombre como Mandela, es como Sudáfrica puede hoy gozar de un
nuevo país. Por eso decimos que los hombres de su talla moral nunca mueren,
solo sus cuerpos desaparecen, porque la presencia espiritual de su legado moral
sigue vivo más que nunca.
Después
del señor Jesús es el hombre a quien más admiro y sigo, su testimonio en su
grueso libro autobiográfico “el largo camino hacia la libertad” impactó mi
vida; por ello después de belén, es la celda 46664 de Robben Island el lugar
que más quiero y espero conocer un día, porque ahí en esa fría celda, que más
parecía un nicho o el cubil de una fiera, antes que un aposento humano, se
forjó el carácter moral de quien hasta ayer fue el más grande de
los hombres vivos de nuestra historia contemporánea. Que bendición para Sudáfrica
haber tenido un hombre de su inmensa dimensión, ojalá pudiera surgir en el Perú
un líder que siquiera en algo se le parezca.
Su vida
se parece al de José de la biblia, que de la cárcel pasó a ser un alto
gobernante, así fue también con Mandela que después de 27 años en prisión pasó
a ser el primer presidente negro de su nación. al termino de sus 5 años de
gobierno, cuando el 100% de todo su país le pidió la reelección, una vez más
surgió la grandeza de su alma al rechazarla, demostrando todo desapego a la
sensualidad del poder; que distinto a un expresidente nuestro y a otros de Latinoamérica
que buscan aferrarse como el adicto a la nicotina del poder, y que en el fondo
no lo usan para servir a su pueblo, sino para servir a sus propios intereses.
El
carácter de un líder de la talla de Mandela no se forja en las aulas de una
universidad ni en la bonanza de una vida cómoda y apacible, sino en el caldero
de las adversidades, donde el fuego del dolor consuma toda la vanidad, la
soberbia y el egocentrismo que se anida en nuestras almas, para dar paso a la
humildad y la sabiduría; porque sólo así podemos aprender a vivir para los
demás, que es el pre-requisito para ser un líder de verdad.
Lo que
más me impactó de la vida Nelson Mandela, estando en una cárcel infrahumana e
infernal, no fue que no se volviera loco ni terminara suicidándose, como muchos
de sus compañeros que no podían soportar el flagelo y la degradación humana en
la que vivían, sino que lejos de llenarse de odio frente a la injusticia que
experimentaba, se llenó de amor y compasión frente a sus opresores. Sin una
gota de amargura llegó a la convicción de que no era el camino de la venganza y
la violencia, sino el sendero del perdón y el amor a los enemigos lo que
traería la paz y la salvación de su nación. Salvó así a Sudáfrica de un charco
de sangre y aunque no es un paraíso, le dejó ese norte a seguir.
Su vida
me deja una gran lección: que las adversidades y las injusticias que podamos
experimentar, puede sacar de nosotros al monstruo malvado que podemos tener o
al ángel bueno que podamos desarrollar. Soy yo el que decido a quien voy a
dejar salir en medio de mi dolor, Mandela se decidió por su ángel y por eso hoy
trasciende su historia. Él dijo que “las cadenas del cuerpo son las alas del
espíritu”, porque en las cadenas del sufrimiento, tenemos la gran oportunidad
de hacer que nuestro espíritu vuela y crezca para que seamos mejores personas,
que traigamos bendición a este mundo.
Las
personas como Mandela nunca mueren, su presencia física puede desaparecer, pero
su inmensa presencia moral sigue viva.