martes, 10 de diciembre de 2013

MANDELA SIGUE VIVO, SU GRANDEZA MORAL SIGUE PRESENTE
Por José Baldeón Valdivia

Los hombres que hacen de los principios morales el pilar de sus vidas, son hombres que nunca mueren y eso fue Nelson Mandela, que aunque no fue cristiano vivió los principios cristianos más que muchos que se llaman tal. El ya no está en este mundo, pero la estela de sus ideales y los principios de vida que siguió, siguen siendo el sol que alumbra el amanecer de una nueva nación como Sudáfrica, que de la oscuridad de la injusticia y la violencia pasó a la luz de la justicia y la paz. No fue por la fuerza de una guerra, sino por la pujanza moral de un hombre como Madiva que su nación pudo reescribir su historia, sin necesidad de derramar una sola gota de sangre, solo con la fuerza espiritual del carácter de un hombre como Mandela, es como Sudáfrica puede hoy gozar de un nuevo país. Por eso decimos que los hombres de su talla moral nunca mueren, solo sus cuerpos desaparecen, porque la presencia espiritual de su legado moral sigue vivo más que nunca.

Después del señor Jesús es el hombre a quien más admiro y sigo, su testimonio en su grueso libro autobiográfico “el largo camino hacia la libertad” impactó mi vida; por ello después de belén, es la celda 46664 de Robben Island el lugar que más quiero y espero conocer un día, porque ahí en esa fría celda, que más parecía un nicho o el cubil de una fiera, antes que un aposento humano, se forjó el carácter moral de  quien hasta ayer fue el  más grande de los hombres vivos de nuestra historia contemporánea. Que bendición para Sudáfrica haber tenido un hombre de su inmensa dimensión, ojalá pudiera surgir en el Perú un líder que siquiera en algo se le parezca.

Su vida se parece al de José de la biblia, que de la cárcel pasó a ser un alto gobernante, así fue también con Mandela que después de 27 años en prisión pasó a ser el primer presidente negro de su nación. al termino de sus 5 años de gobierno, cuando el 100% de todo su país le pidió la reelección, una vez más surgió la grandeza de su alma al rechazarla, demostrando todo desapego a la sensualidad del poder; que distinto a un expresidente nuestro y a otros de Latinoamérica que buscan aferrarse como el adicto a la nicotina del poder, y que en el fondo no lo usan para servir a su pueblo, sino para servir a sus propios intereses.

El carácter de un líder de la talla de Mandela no se forja en las aulas de una universidad ni en la bonanza de una vida cómoda y apacible, sino en el caldero de las adversidades, donde el fuego del dolor consuma toda la vanidad, la soberbia y el egocentrismo que se anida en nuestras almas, para dar paso a la humildad y la sabiduría; porque sólo así podemos aprender a vivir para los demás, que es el pre-requisito para ser un líder de verdad.

Lo que más me impactó de la vida Nelson Mandela, estando en una cárcel infrahumana e infernal, no fue que no se volviera loco ni terminara suicidándose, como muchos de sus compañeros que no podían soportar el flagelo y la degradación humana en la que vivían, sino que lejos de llenarse de odio frente a la injusticia que experimentaba, se llenó de amor y compasión frente a sus opresores. Sin una gota de amargura llegó a la convicción de que no era el camino de la venganza y la violencia, sino el sendero del perdón y el amor a los enemigos lo que traería la paz y la salvación de su nación. Salvó así a Sudáfrica de un charco de sangre y aunque no es un paraíso, le dejó ese norte a seguir.

Su vida me deja una gran lección: que las adversidades y las injusticias que podamos experimentar, puede sacar de nosotros al monstruo malvado que podemos tener o al ángel bueno que podamos desarrollar. Soy yo el que decido a quien voy a dejar salir en medio de mi dolor, Mandela se decidió por su ángel y por eso hoy trasciende su historia. Él dijo que “las cadenas del cuerpo son las alas del espíritu”, porque en las cadenas del sufrimiento, tenemos la gran oportunidad de hacer que nuestro espíritu vuela y crezca para que seamos mejores personas, que traigamos bendición a este mundo.


Las personas como Mandela nunca mueren, su presencia física puede desaparecer, pero su inmensa presencia moral sigue viva.